
Por ello, este año, decidimos que se podrían llevar a cabo dos nuevas celebraciones en el calendario de Navidad el día de fin de año. Por un lado se realizó una merienda con internos del módulo 14. Es un módulo de jóvenes donde no hay chicos mayores de 23 años. Varios voluntarios que acuden asiduamente a realizar el taller con los chavales, junto con el Capellán hicimos una “fiesta de fin de año” en la que comimos y bebimos juntos, compartimos experiencias, anécdotas y sobre todo, en la que no faltaron sonrisas. Algunos de los internos, se arrancaron a cantar y a tocar la guitarra. ¡Son unos artistas!
Más tarde, se les animó a “dar gracias”. Casi todos dieron las gracias al grupo de voluntarias que van todas las semanas a hacer el taller, por haberles hecho esta “mini celebración” (que para ellos fue enorme) y al Padre Javier, por comprenderlos y por su ayuda sin fin.

Tras la merienda con los jóvenes nos fuimos al Módulo 1, allí la acogida fue espectacular. Solo estuvimos dos voluntarias (Lucía y yo) y el padre Javier. De los tres, los internos, solo lo conocían a él pero a los cinco minutos de estar allí, hicieron que nos sintiéramos tan a gusto… como si estuviéramos en casa. Las horas volvieron a transformarse en minutos.

Tras la cena, en la sala de ocio, se había preparado cotillones, música, y bombones para todos. Estuvimos cantando, bailando y haciendo coreografías con una participación del 100% de los internos, pero llegó, otra vez el momento de la despedida. A las 21:30 horas se nos acabó el permiso. Ellos debían volver a sus habitaciones y nosotros teníamos que salir del Centro. Así fue, como entre lágrimas de emoción y tristeza, miradas de cariño y palabras de aliento y agradecimiento sin cesar, nos despedimos de ellos.
Personalmente, me impresionó la gran acogida que tuvimos en el Módulo 1. Cómo un grupo de tres personas, que no conocen de nada, con un gesto tan simple como es cenar con ellos… ¿puede hacerles sonreír tanto? Ellos son los grandes protagonistas de esta andadura que hemos comenzado, con mucha ilusión, y que solo consiste en dignificar la vida del preso, creando un ambiente familiar, festivo, como merece cualquier persona en las fechas navideñas.
Mamen Moreno, voluntaria del SEPVAL
y realizando prácticas en Obra Mercedaria de Valencia
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