miércoles, 13 de febrero de 2013

SIEMPRE HAY ESPERANZA

Todos los días cuando abro los ojos me veo encerrado en esa celda y, en seguida, recuento. Me levanto y miro por la ventana. Mi ventana da la vista a la calle, exactamente a un campo de naranjos, también se ve una vía de tren.
 
Miro y pienso el gran valor de la libertad, pienso todo lo que me estoy perdiendo, todo lo que he dejado fuera. Pienso en todos los errores que he cometido en mi vida que como fin han tenido este resultado: verme aquí metido.
 
Me siento en mi cama e intento coger fuerzas para pasar otro día más. Pienso en todo lo que voy a hacer cuando salga. Pienso que aún soy joven y puedo vivir la vida. Eso sí, intentaré no volver a cometer esos mismos errores que tanto daño me están causando.
 
Por la noche, otra vez lo mismo. Ceno y otra vez encerrado, y el recuento otra vez. Vuelvo a estar encerrado en esa celda que se ha convertido en mi casa. A veces me cuesta dormir... Me paso muchas horas pensando en mi familia, inundando de tristeza y en dolor por no estar junto a ellos. Al final me vence el sueño y caigo rendido soñando que soy libre; soy libre en mis sueños, nadie me puede quitar ese bonito momento.
 
Lo único que me han dejado es pena, tristeza y esta maldita celda. Y la culpa de todo esto es solamente mía, por no aprender que todos los malos actos tienen malas consecuencias.
 
Solo espero que todo esto pase rápido y vuelva a recuperar mi sonrisa que esta cárcel me ha arrebatado. Que vuelva a ver un amanecer en la calle sin tener que mirar por encima de los muros de ocho metros.
 
Es una vida gris y muy triste. Pero siempre hay esperanza.

R.L., interno C.P. Valencia

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