Lo poquito que llevo en el SEPVAL me ha servido para
reafirmar que sólo Dios puede salvarnos. Son muchos los que al entrar en
prisión aseguran haber perdido todo: trabajo, amigos, familia… Como alguno
dice: “Sólo me queda Dios”. Por eso, poder hablarles de Jesús es una de las
cosas más apasionantes que he hecho en mi vida. La prisión a mi parecer, es un
lugar perfecto para encontrarse con Dios.
Allí todo es sencillo, sin
superficialidad, como Jesús. Las eucaristías en Enfermería son preciosas. Los
internos se implican, cantan, la viven… A mi me da la sensación de que se para
el tiempo, están con Jesús, no se enfrentan con el de al lado, sino que se crea
una curiosa y pequeña comunidad de cristianos apasionados, con una llamada de
auxilio en sus ojos, que solo buscan tener un poquito de paz en esos corazones
tan destrozados.
Sólo puedo decir que soy una
afortunada, que es una suerte poder vivir todo lo que vivo allí. Ver cómo va
colmando Dios poquito a poco en cada corazón es una maravilla. Todo lo que
podría contaros se refleja en una frase que uno de los chicos nos dijo el
pasado viernes en la catequesis: “Aquí, al igual que en la misa, soy feliz,
porque estoy con el Señor”. ¡Qué empeñado está Dios en sus vidas!
Ánimo a todos y gracias por hacer
que sus vidas en prisión sean un poquito más llevaderas.
Lucía Herraiz, voluntaria
Formación Religiosa / Responsable del Ocio y Cultura del P.O.P.
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