En la vida el Señor nos va
poniendo personas que nos ayudan a caminar, a avanzar en nuestra vocación, a
replantearnos cosas importantes y profundas de nuestra existencia, de nuestro
compromiso cristiano, a mirar más allá de lo que nuestros temporales ojos
alcanzan… El P. Ximo es ese tipo de persona que ha sido capaz de aportarme todo
eso.
Para mí ha sido un privilegio
compartir con él muchas horas entre rejas, muchos trayectos Valencia-Prisión
(donde nos medio confesábamos), celebrar la fe a su lado, celebrar la vida en
nuestras convivencias, escuchar sus santos consejos en nuestras reuniones (la
voz de la experiencia). Hacía fácil lo que humanamente parecía imposible. Era
capaz de bajar el Cielo a esta, muchas veces, ardua y reseca Tierra.
Para los privados de libertad fue
siempre una palabra de esperanza, una ayuda espiritual, la caridad
personificada. Fue todo oídos. Nunca recriminó nada a nadie. Miró desde su
corta estatura a todos por igual, especialmente a los que «robaron» su gran corazón:
los más «hechos polvo», los que nadie quería saber nada de ellos, los presos
enfermos terminales, los enfermos mentales… apostando por ellos, jugándosela
por ellos. El P. Ximo ha sido todo para ellos ganándose el título de «Padre de
los presos».
Desde dar un consejo, rezar el
ángelus a las 12, facilitar ropa y algo de dinero a los indigentes, localizar
abogados para que se preocupen por sus clientes, facilitar el acercamiento
incluso el perdón y la reconciliación del preso con su familia, apostar por
algunos reclusos ante el Juez de Vigilancia, interceder ante los jueces de
instrucción y penal, recaudar donativos para mantener en pie esta gran obra que
la Iglesia diocesana lleva adelante, abrir nuevos caminos, sembrar para que
otros recojan, presidir la Eucaristía, los oficios en los tiempos fuertes,
confesar…
Todos le queremos: presos,
funcionarios, jueces, abogados, fiscales, sacerdotes, voluntarios, familias… En
la diócesis de Valencia muchos le conocían. Creo que ha sido una figura
importante en el ámbito social y, sobretodo, ha enriquecido con su testimonio esta
diócesis de Valencia.
Son muchas anécdotas. Son muchos
recuerdos en tan poco tiempo. Pero siempre recordaré a ese hombre de Dios,
bendecido y bendiciendo, con muchas teclas de salud tocadas pero con la fuerza
sobrenatural para ser fiel a la misión que Dios le encomendó. Con una sonrisa
siempre a punto. Con sentido del humor (me recordaba al P. Bienvenido Lahoz, O.
de M., al P. Juan Carlos Fortón…). Tenaz. Lo que se proponía lo conseguía. Incansable.
Sorprendente, con mucha frescura, persona equilibrada, responsable… Tomándose
en serio las cosas de Dios. Luchador por tener al Santísimo en la prisión: el
preso más famoso de la historia tiene una celda en la prisión, lugar de su
reposo y fuente para tomar fuerzas.
Hoy queremos seguir adelante
abriendo nuevos caminos de liberación. Queremos seguir potenciando y acrecentando
lo que él, con tanto esfuerzo y sacrificio, fue sembrando. Orgulloso recojo el
testigo pero a la vez temeroso de no dar la talla. Pido, finalmente, que desde
el gozo de experimentar la libertad absoluta el P. Ximo siga bendiciendo la
labor de la Pastoral Penitenciaria, a los funcionarios y a todos aquellos que
por el motivo que sea se encuentran privados de libertad.
Fray Javier Palomares, O. de M.
Director del SEPVAL
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