martes, 4 de septiembre de 2012

Siempre BIEN, P. Ximo

Sempre bé! Ha sido la frase más repetida de nuestro querido P. Ximo cuando cualquiera se interesaba por él. Y creo que es la frase que puede resumir su vida: ¡SIEMPRE BIEN! Siempre haciendo el bien, haciéndolo bien, estando bien con todos, gozando y difundiendo el Bien…


En la vida el Señor nos va poniendo personas que nos ayudan a caminar, a avanzar en nuestra vocación, a replantearnos cosas importantes y profundas de nuestra existencia, de nuestro compromiso cristiano, a mirar más allá de lo que nuestros temporales ojos alcanzan… El P. Ximo es ese tipo de persona que ha sido capaz de aportarme todo eso.
 

Para mí ha sido un privilegio compartir con él muchas horas entre rejas, muchos trayectos Valencia-Prisión (donde nos medio confesábamos), celebrar la fe a su lado, celebrar la vida en nuestras convivencias, escuchar sus santos consejos en nuestras reuniones (la voz de la experiencia). Hacía fácil lo que humanamente parecía imposible. Era capaz de bajar el Cielo a esta, muchas veces, ardua y reseca Tierra.
 

Para los privados de libertad fue siempre una palabra de esperanza, una ayuda espiritual, la caridad personificada. Fue todo oídos. Nunca recriminó nada a nadie. Miró desde su corta estatura a todos por igual, especialmente a los que «robaron» su gran corazón: los más «hechos polvo», los que nadie quería saber nada de ellos, los presos enfermos terminales, los enfermos mentales… apostando por ellos, jugándosela por ellos. El P. Ximo ha sido todo para ellos ganándose el título de «Padre de los presos».
 

Desde dar un consejo, rezar el ángelus a las 12, facilitar ropa y algo de dinero a los indigentes, localizar abogados para que se preocupen por sus clientes, facilitar el acercamiento incluso el perdón y la reconciliación del preso con su familia, apostar por algunos reclusos ante el Juez de Vigilancia, interceder ante los jueces de instrucción y penal, recaudar donativos para mantener en pie esta gran obra que la Iglesia diocesana lleva adelante, abrir nuevos caminos, sembrar para que otros recojan, presidir la Eucaristía, los oficios en los tiempos fuertes, confesar…
 

Todos le queremos: presos, funcionarios, jueces, abogados, fiscales, sacerdotes, voluntarios, familias… En la diócesis de Valencia muchos le conocían. Creo que ha sido una figura importante en el ámbito social y, sobretodo, ha enriquecido con su testimonio esta diócesis de Valencia.
 

Son muchas anécdotas. Son muchos recuerdos en tan poco tiempo. Pero siempre recordaré a ese hombre de Dios, bendecido y bendiciendo, con muchas teclas de salud tocadas pero con la fuerza sobrenatural para ser fiel a la misión que Dios le encomendó. Con una sonrisa siempre a punto. Con sentido del humor (me recordaba al P. Bienvenido Lahoz, O. de M., al P. Juan Carlos Fortón…). Tenaz. Lo que se proponía lo conseguía. Incansable. Sorprendente, con mucha frescura, persona equilibrada, responsable… Tomándose en serio las cosas de Dios. Luchador por tener al Santísimo en la prisión: el preso más famoso de la historia tiene una celda en la prisión, lugar de su reposo y fuente para tomar fuerzas.


Hoy queremos seguir adelante abriendo nuevos caminos de liberación. Queremos seguir potenciando y acrecentando lo que él, con tanto esfuerzo y sacrificio, fue sembrando. Orgulloso recojo el testigo pero a la vez temeroso de no dar la talla. Pido, finalmente, que desde el gozo de experimentar la libertad absoluta el P. Ximo siga bendiciendo la labor de la Pastoral Penitenciaria, a los funcionarios y a todos aquellos que por el motivo que sea se encuentran privados de libertad.
Fray Javier Palomares, O. de M.
Director del SEPVAL

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