Lo mejor de todas las
experiencias adquiridas en el desarrollo de la Peregrinación, ha sido la
fraternidad que se ha ido desarrollado entre todos los componentes de la misma
y la desaparición de las “poses” con que a priori venían algunos, adquiridas tal vez por la
necesidad de aparentar una dureza o distanciamiento, que poco a poco ha ido
desapareciendo convirtiéndose al final en un grupo de amigos que nos ayudábamos
unos a otros en todas las actividades que diaramente hemos ido llevado a cabo.
La
experiencia ha sido enriquecedora para ambas partes, los internos han
comprobado como en las diversas estaciones que diariamente se llevaban a cabo
desde el punto se salida y el de llegada, en las que personas ajenas a la
Pastoral nos atendían altruísticamante para hacer más llevadera nuestra
Peregrinación, tanto facilitándonos bocadillos, refrescos, utilización de
piscinas y edificios en los que pernoctar así como también compartiendo con nosotros, ellos y sus familias, en
todo momento y sin hacer distinciones entre los que componíamos el grupo, todo
ello como demostración de lo que es la Caridad Cristiana.
En
los voluntarios, en la reafirmación cada vez más profunda, que vale la pena
trabajar por la reinserción social del privado de libertad desde una perspectiva
humana y sobre todo cristiana, la cárcel es una realidad muy desconocida para
la sociedad y la Pastoral Penitenciaria impulsa una nueva mentalidad y su
acción nace de la fe en Dios para quien nadie está definitivamente perdido,
presentando un camino de libertad y esperanza, de reconciliación y perdón, de
comunión e integración, de animación y de promoción.
Todo
ello no hubiera podido llevarse a cabo sin la colaboración del Centro de
Inserción Social de Valencia, la prisión y la actuación conjunta de las tres áreas que componen la
Pastoral Penitenciaria como son: Religiosa, Jurídica y Social, que tratamos de
humanizar los lugares de privación de libertad apostando por los más pobres y
débiles con la visión de la Iglesia diocesana trabajando por los privados de
libertad, sus familias y las víctimas.
Impresionaba
con qué fe y decisión llevaban los internos la Cruz del Peregrino desde la Ermiteta (donde recibimos el “pack”
del Peregrino todos los asistentes) hasta la Parroquia de Santa María, pasando
por cada una de las estaciones que se contemplaban en el desarrollo del acto
oficial de la Peregrinación en Ontinyent.
Mención
aparte merece sobre todo la despedida en Benifayó al final de la Peregrinación
que compartimos con algunas de las familias de los internos, en que cada uno de
nosotros se reincorporaba a su destino anterior a la misma, en la que los
sentimientos afloraron y desapareció la coraza que pudiera quedar en alguno,
cuando más duro aparentó ser, más sentimiento se demostró en la despedida, en
la que todos fuimos deseándonos lo mejor e individualmente los que regresaban
al centro, agradecían el trato personal que habíamos tenido con cada uno de
ellos y con lágrimas en los ojos (en ambas partes) nos dimos las gracias tanto por habernos demostrado
que la dedicación a los privados de libertad vale la pena como por haber comprobado
ellos que la Iglesia cree en el ser humano y que apuesta por la reinserción
social, que para Dios no hay nadie definitivamente perdido.
Paco
Arcís, peregrino y Voluntario del SEPVAL