jueves, 30 de agosto de 2012

Peregrinación Prisión - Ontinyent

Lo mejor de todas las experiencias adquiridas en el desarrollo de la Peregrinación, ha sido la fraternidad que se ha ido desarrollado entre todos los componentes de la misma y la desaparición de las “poses” con que a priori  venían algunos, adquiridas tal vez por la necesidad de aparentar una dureza o distanciamiento, que poco a poco ha ido desapareciendo convirtiéndose al final en un grupo de amigos que nos ayudábamos unos a otros en todas las actividades que diaramente hemos ido llevado a cabo.
 
La experiencia ha sido enriquecedora para ambas partes, los internos han comprobado como en las diversas estaciones que diariamente se llevaban a cabo desde el punto se salida y el de llegada, en las que personas ajenas a la Pastoral nos atendían altruísticamante para hacer más llevadera nuestra Peregrinación, tanto facilitándonos bocadillos, refrescos, utilización de piscinas y edificios en los que pernoctar así como también compartiendo con nosotros, ellos y sus familias, en todo momento y sin hacer distinciones entre los que componíamos el grupo, todo ello como demostración de lo que es la Caridad Cristiana. 
 
En los voluntarios, en la reafirmación cada vez más profunda, que vale la pena trabajar por la reinserción social del privado de libertad desde una perspectiva humana y sobre todo cristiana, la cárcel es una realidad muy desconocida para la sociedad y la Pastoral Penitenciaria impulsa una nueva mentalidad y su acción nace de la fe en Dios para quien nadie está definitivamente perdido, presentando un camino de libertad y esperanza, de reconciliación y perdón, de comunión e integración, de animación y de promoción. 
 
Todo ello no hubiera podido llevarse a cabo sin la colaboración del Centro de Inserción Social de Valencia, la prisión y la actuación conjunta de las tres áreas que componen la Pastoral Penitenciaria como son: Religiosa, Jurídica y Social, que tratamos de humanizar los lugares de privación de libertad apostando por los más pobres y débiles con la visión de la Iglesia diocesana trabajando por los privados de libertad, sus familias y las víctimas. 
 
Impresionaba con qué fe y decisión llevaban los internos la Cruz del Peregrino  desde la Ermiteta (donde recibimos el “pack” del Peregrino todos los asistentes) hasta la Parroquia de Santa María, pasando por cada una de las estaciones que se contemplaban en el desarrollo del acto oficial de la Peregrinación en Ontinyent.
 
Mención aparte merece sobre todo la despedida en Benifayó al final de la Peregrinación que compartimos con algunas de las familias de los internos, en que cada uno de nosotros se reincorporaba a su destino anterior a la misma, en la que los sentimientos afloraron y desapareció la coraza que pudiera quedar en alguno, cuando más duro aparentó ser, más sentimiento se demostró en la despedida, en la que todos fuimos deseándonos lo mejor e individualmente los que regresaban al centro, agradecían el trato personal que habíamos tenido con cada uno de ellos y con lágrimas en los ojos (en ambas partes)  nos dimos las gracias tanto por habernos demostrado que la dedicación a los privados de libertad vale la pena como por haber comprobado ellos que la Iglesia cree en el ser humano y que apuesta por la reinserción social, que para Dios no hay nadie definitivamente perdido.

             Paco Arcís, peregrino y Voluntario del SEPVAL

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