lunes, 29 de agosto de 2011

Les Fonts de l'Algar

Tres lugares de procedencia: Valencia, Benifaió y Picassent. Dos automóviles: una furgoneta y un coche. Dos rutas. ¿Dónde nos encontramos para ir juntos hacia nuestro destino? Sí, en el párking del Establecimiento Penitenciario: ¡qué original! Yo diría: ¡qué práctico! porque todos conocemos ese lugar donde arriban los dolores de tantas familias para enfrentarse al duro encuentro con sus seres queridos.

Ya has adivinado que en esta salida con los chicos del piso de Obra Mercedaria han participado voluntarios de Benifaió, de Picassent y de Valencia. Callosa d'En Sarrià era el destino, cerca de Benidorm. Allá se han montado un complejo fluvial rodeado de naturaleza. No sabemos cuántos están beneficiándose de ello pero lo tienen muy bien organizado: párking de pago, con su servicio de cafetería; o restaurante con párking, piscina, con obligación de  consumición; además, pago de una entrada para acceder al río, sus cataratas, pozas... Y si tienes sed o hambre: pues pa'l restaurante que, desde el mismo recinto, tiene acceso. Mucho empleo y negocio rentable.

Gracias a Dios el excelentísimo Ayuntamiento de esta bonita villa, Callosa d'En Sarrià, nos concedió la entrada GRATIS al reciento acuático, la cual cosa le agradecemos sinceramente desde este espacio de comunicación. La comida la llevábamos, así que el gasto fue escaso.

Dejamos los coches y comenzamos a descender por un jardín botánico observando las diferentes especies que en esos bancales se cultivan. Llegamos a una gran acequia: es el paso obligado para acceder a la zona de agua y sombra. Tras atravesar un túnel (alguno casi deja parte de su cráneo) comenzó la fiesta del agua. ¡Ay! Sí, hay que ver lo fría que estaba y eso que el sol nos calentaba bien. Perdonamos el olvido de encender el termo sabiendo que personajes tan ilustres nos introduciríamos en tan claras aguas.

Todo un montaje entre natural y retocado por la mano del hombre, que hacía de la zona, un lugar realmente atractivo. En Benidorm debe hacer mucho calor y además debe residir mucha gente... Gente es el término clave: muchas personas, para arriba y para abajo, tirándose de una plataforma, usando todos los espacios de río y de ribera posibles. Un chorro de no parar: de agua que bajaba y de gente que bullía.

Tras remojarnos un buen rato, el estómago llamó al plato; y como la comida estaba en el aparcamiento, procedimos a subir al cerro. La zona de pícnic ocupada, excepto una mesa solitaria. Tomamos la decisión: a por ella, sin compasión. Gustamos buenos bocatas, aceitunas, tramussos y papas. Jamón, queso, salchichón y chorizo; latillas de atún, pulpo, berberechos, gazpacho...  ¡qué bueno todo, chiquillo! Comimos bien y hasta postre tuvimos y buena amistad hasta que nos fuimos. Una promesa de tomar café, alteró la paz y puso a prueba la fe...





Vueltos a la zona de agua, indagamos nuevos rincones: unos el deporte nacional (siesta) y otros a nadar como tiburones. La última cascada que vimos era la más impresionante: parecía una cola de caballo que sonaba incesante, y lanzaba curso abajo, un oleaje elegante, que reconocía sin duda a esta gente de Alicante, no sólo su ingenio sino su atrevimiento y empaque.

Ya es tarde compañero, la tarde cae y acecha la noche; no te preocupes compadre, que la vuelta es en coche. Sanos y salvos regresamos a nuestros hogares, contentos de saber, que la amistad es lo que vale y las alegrías de un día que seguro será inolvidable.
por fray Javier, O. de M.

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