viernes, 5 de agosto de 2011

Reclusorios

Las agencias que suelen tratar temas religiosos se hacían eco, días atrás, de la celebración en Tabasco, México, de un encuentro de cuatro días para los agentes de Pastoral Penitenciaria de allí con objeto de “compartir experiencias e implementar planes de trabajo que les permitan enfrentar con un sentido cristiano el reto de los cambios que se presentan en las cárceles debido a la operación del crimen organizado en esos lugares”.

El lema que han elegido es “Discípulos en comunión”. La mirada la tienen puesta en los más de doscientos veinte mil presos que hay en aquel país, que vive una realidad carcelaria mucho más dura de lo que ya de por sí supone este inframundo de los cerrojos y las rejas.

El director de la Dimensión de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), doctor D. Pedro Arellano, destacó la necesidad de diversificar las actividades que realiza la Iglesia católica en las cárceles del país para enfrentar la crisis que vive el sistema penitenciario.

Su mensaje a los aproximadamente mil agentes de esta Pastoral era claro:
“Las características de los reclusos han cambiado: ahora hay que afrontar a los grupos de la delincuencia organizada, a los cárteles de la droga que se han apropiado de los reclusorios y siguen operando desde ahí, además de los problemas de hacinamiento, las malas instalaciones y la carencia de programas de readaptación para los privados de la libertad”,

En México hay 490 “reclusorios” -como allí les llaman- de los cuales solo son atendidos 482, porque en las cárceles de máxima seguridad “las autoridades ponen trabas”.

Pero el trabajo de nuestros colegas no es tan fluido como el nuestro. Allí los agentes de pastoral son represaliados si se atreven a denunciar las torturas, corrupción, hacinamiento y malos tratos de parte de las autoridades porque los “castigan” prohibiéndoles la entrada o favoreciendo a otras religiones o creencias destructivas como la “Santa Muerte”.

Se dio el caso de un obispo mexicano que se atrevió a decir que los animales en el zoológico eran mejor alimentados que los presos de su diócesis, y en respuesta, el gobernador del estado no lo dejó entrar a ningún “reclusorio” durante tres años. Supongo que lo haría invocando la democracia y la libertad.

“Desgraciadamente, las cárceles en México no rehabilitan ni resocializan a los presos; más bien la tendencia es a contaminarlos más y a ser centros que aumentan la delincuencia. A mayor cantidad de presos, mayor perfeccionamiento de la criminalidad”, manifestó el Dr. Arellano.

Esa es una preocupación de los obispos mexicanos, quienes en la exhortación pastoral "Que en Cristo nuestra Paz, México tenga vida digna", se refieren a este problema: “Enfrentamos la crisis del sistema penitenciario que no resocializa ni readapta a los internos, y en muchos casos promueve la organización criminal”.

“La sobrepoblación y la corrupción carcelaria están motivando que los reclusorios también sean cotos de poder del crimen organizado, desde los cuales se planean y dirigen acciones delictivas. En lugar de servir a la readaptación social, se convierten en verdaderas universidades del crimen dada la indiscriminada convivencia de los reos de alta peligrosidad con la multitud de detenidos por delitos famélicos”.

Pero en la Conferencia Espiscopal Mexicana no se duermen, el arzobispo de Tulancingo, Hidalgo, monseñor Domingo Díaz, responsable de esta pastoral va a presentar un nuevo diplomado de especialización para capacitar adecuadamente a quienes, en nombre de Jesús y de su Iglesia, visitan los reclusorios.

Como ellos lo tienen más duro se preparan más. Creo que es un ejemplo del que debemos aprender para tratar de mejorar. Nuestra causa lo merece.

Un voluntario

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